¿Comer de pie o sentado? ¿Cuál es mejor para adelgazar? Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos a menudo cuando queremos lucir el mejor cuerpo posible.

Estás a punto de conocer si esta práctica que todo el mundo alguna vez ha hecho es saludable o no. ¡Empezamos!

Beneficios de comer de pie

Sinceramente, son muy pocas las ventajas que aporta a nuestra salud comer estando de pie.

La primera es que consumimos más calorías que cuando estamos sentados, según un estudio, alrededor de 0.83 kilo calorías por minuto.

Otro motivo es el ahorro de tiempo. Comer mientras nos desplazamos hacia el trabajo o de vuelta del gimnasio es una forma de optimizar el tiempo disponible haciendo multitareas.

Después, la principal causa por la que decidimos hacerlo es por una cuestión social. Nos encanta juntarnos con los amigos en la barra del bar para tomar unos aperitivos mientras recordamos viejos tiempos.

Es allí donde se ve el fútbol con más emoción, donde se escucha la música en vivo con más ánimo y donde nos podemos acercar más a las personas que nos gustan.

Consecuencias de comer de pie

Sin embargo, son muchas más las desventajas de comer de pie. A continuación, compartimos los inconvenientes más destacados, no solo para nuestra salud, sino también para nuestro peso ideal:

Se come comida menos saludable

Imagínate eso: Estás en la estación de autobuses esperando al transporte público después de una agotadora jornada laboral. Han pasado 5 horas desde tu comida y, por supuesto, tienes hambre.

¿Qué harías si sabes que tu autobús no viene hasta dentro de media hora? ¿Esperas una hora y media hasta poder comer tranquilo en casa o compras comida para llevar?

Si eliges comprar algo para picar, ¿qué opciones crees que encontrarás cerca de donde estás?

La verdad es que solemos comer levantados cuando estamos apurados, se trata de algo pequeño para merendar o, quizás, mientras hacemos otra actividad.

Como es normal, en estos casos, es poco probable que te pongas a comer merluza al horno con salsa verde y verduras al vapor.

En cambio, en estos momentos buscamos preparaciones fáciles y sabrosas, que suelen ser ricas en carbohidratos sencillos, grasas saturadas y azúcares refinadas. Por ejemplo, un bocadillo de tortilla de patata, una porción de pizza, un kebab o fideos chinos.

Solemos comer más deprisa

Siguiendo con el caso anterior, en esas circunstancias se suele comer con mayor velocidad y masticando mucho menos de lo que se suele hacer sentado. Sabes que tienes poco tiempo y tienes que estar alerto por si debes dejar de comer en cualquier momento.

Piénsalo, nuestro estilo de vida frenético hace que las personas vayan aceleradas por la vida y tengan que picar algo deprisa y corriendo.

Un estudio avala esta afirmación. Pudieron comprobar que al estar erguidas, las personas comían con mayor rapidez y tragaban más que masticar.

Estas acciones conllevaron a una peor digestión y menor sensación de saciedad, lo que implica que volvían a tener hambre antes.

La misma investigación concluyó que estas consecuencias son provocadas por la falta de calma y tranquilidad, lo que conlleva a comer ausentemente en vez de conscientemente este tipo de situaciones.

Se traga más aire

Al comer más deprisa y masticar menos, se suele introducir una mayor cantidad de aire (se conoce como aerofagia) y gases en el estómago.

Este órgano tiende a dilatarse por haber sido llenado tan de repente. Por lo que uno se vuelve más propenso a tener flatulencias y a sentirse lleno a corto plazo, solo para tener hambre en breve.

Es más difícil saciarse

Nuestro estómago emite al cerebro la señal de que se siente saciado tras haber pasado unos 20 minutos desde que probamos el primer bocado.

Si comemos muy deprisa, no somos conscientes de esta señal. Por lo tanto seguimos comiendo, obviando cualquier sensación interna.

Además, según algunos estudios cuando comes sentado tu estómago está comprimido, dejando entrar menos aire y mayor sensación de saciedad.

Comemos estresados

Como resumen de todos los efectos nocivos anteriores, comer de pie no solo puede hacer daño a nuestra salud física, sino también mental.

Cuando se decide comer sentado o agachado, como lo hacían nuestros antecesores nómadas en sus cuevas, se reduce la circulación de la sangre.

Por este motivo, el cortisol (la hormona del estrés) es menos eficiente y hace que nos sintamos más relajados y tranquilos. Esto facilita una ingesta y masticación más lenta y profunda.

Por el contrario, estando firmes, nuestro cuerpo está activo y en tensión, permitiendo al cortisol llegar antes al cerebro. Así se mantiene un estado de alerta permanente, lo que se traduce en estrés y ansiedad.

Aumenta la resistencia a la insulina

Como es común preferir la comida basura con alto contenido en azúcar antes que recetas saludables al estar apresurado, el índice glucémico se dispara.

Si se hace de forma recurrente, cada vez nuestras células se vuelven más resistentes a la insulina, siendo el paso previo a padecer diabetes de tipo 2.

Malestar intestinal

Las probabilidades de sentir dolor, hinchazón, acidez y náuseas en el intestino se disparan tras comer erguido o cuando se sufre mucho estrés.

Todos estos síntomas pueden ser un indicativo de sufrir dispepsia, una afección que se origina en el tracto gastrointestinal superior.

¿Cuál es la mejor postura para comer?

Sin duda, comer sentado en una posición ergonómica, como lo harías en tu puesto de trabajo. Donde los pies estén apoyados por completo en el suelo, las rodillas y los hombros reflexionados en 90 grados y la espalda recta.

Además de la postura, el lugar también importa mucho. Evita lugares con mucho ruido y distracciones que roben tu atención. En vez, elige un sitio agradable y tranquilo donde tus cinco sentidos sean conscientes de los alimentos a degustar.

Por último, también es importante cómo comer. Se debe hacer despacio, masticando muy bien y saborear cada bocado a través del olor, sabor o la textura. Tras masticar, socialízate con el resto de miembros de la mesa para disfrutar la ocasión con una interesante conversación. De esta forma también comerás más lentamente.

¿Qué engorda más: comer de pie o sentado?

Aunque se pueda caer en la tentación de pensar que se queman más calorías por estar derecho, las calorías de los alimentos suelen vencer siempre. Es decir, el efecto calórico de una hamburguesa comida de pie siempre será superior al de una ensalada de pollo comida sentado.

Por lo tanto, comer de pie no adelgaza, sino que conlleva a un aumento de peso en muchos casos. Si se convierte en un hábito, se tiende a engordar más, incluso las piernas.

Además de coger varios kilos demás, es común sentir malestar estomacal e indigestiones por los atracones.

Esto es debe a que la postura corporal influye bastante en cómo nuestro organismo asimila los nutrientes ingeridos. Por ejemplo, comer acostado aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad por reflujo gastroesofágico.

En cambio, comer sentado, siguiendo las pautas anteriores y dedicando al menos 20 minutos a cada comida para masticar con frecuencia ayudará a alcanzar tu peso correcto.

Conclusión: ¿Es bueno o malo comer de pie?

¿Se puede comer de pie? Sí. ¿Comer de pie es malo? Digamos que no es nocivo en sí, sino que depende de los alimentos elegidos, de la velocidad con la cual comes y de las emociones asociadas. Teniendo en cuenta todos los argumentos presentados, esta no es la forma más aconsejable de alimentarnos.

En la hora de la comida debemos ser plenamente conscientes de lo que estamos haciendo. Es decir, debe ser un momento relajado, de placer y en el que disfrutemos y nos sintamos cómodos.

Es normal que al estar derechos no prestemos la atención que requiere nuestro sustento y tendamos a querer hacer otras cosas a la vez, sin enfocarnos en la comida.

Además, solemos comer más deprisa por el simple hecho que nuestro cuerpo se cansa de estar de pie y quieres terminar cuanto antes para sentarte.

Como consecuencia de comer más deprisa, masticamos menos y, por tanto, se vuelve más complicada la digestión.

Podemos concluir que se puede comer de pie, pero es muy poco saludable por razones metabólicas, posturales y psicológicas.

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